Halloween en la casa embrujada
Halloween era la noche más esperada del año para Clara y sus amigos. Cada año, se reunían para contar historias de miedo y recoger dulces en el vecindario. Este año, decidieron hacer algo diferente: visitar la casa embrujada al final de la calle.
La casa era vieja y estaba abandonada. Los niños siempre habían escuchado historias sobre ruidos extraños y luces que se encendían solas, pero nadie se había atrevido a entrar. Con linternas en mano, Clara, Mario, Sofía y Pablo caminaron hasta la puerta de la casa. Estaba entreabierta, y un frío viento salió de la casa cuando empujaron la puerta para entrar.
«¿Están listos?», preguntó Clara, intentando parecer valiente. Los otros asintieron nerviosos. Dentro de la casa, todo estaba oscuro. Las ventanas estaban rotas, y las sombras parecían moverse. De repente, se escuchó un ruido fuerte desde arriba. «¡Es solo el viento!», dijo Mario, aunque no sonaba muy seguro.
Siguieron caminando por el pasillo, y al llegar al final, vieron una luz que brillaba desde una habitación cerrada. «¿Quién encendió la luz?», preguntó Sofía. Nadie supo qué decir. Decidieron abrir la puerta lentamente, y cuando lo hicieron, una ráfaga de aire frío los golpeó. Dentro de la habitación, no había nadie, solo una vela encendida en el centro de una mesa.
De pronto, escucharon risas desde la ventana. Miraron afuera y vieron a sus vecinos disfrazados, riendo y apuntando hacia ellos. «¡Nos asustaron!», exclamó Clara aliviada. Los amigos rieron y salieron corriendo de la casa, felices de que todo hubiera sido una broma. «¡El próximo Halloween seremos nosotros quienes hagamos las bromas!», dijo Clara mientras regresaban a casa con una bolsa llena de dulces.